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Calle Sillería, 16 (Junto a la Plaza de Zocodover) 45001 Toledo
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29 marzo, 2021

La Leyenda del Cristo de la Vega: «A buen juez, mejor testigo»

Os acercamos una de las leyendas con más tradición en Toledo: la leyenda del Cristo de la Vega.

La Cofradía del Santísimo Cristo de la Vega se refundó en 1929 por D. Emiliano Segura, hermano del entonces Cardenal Segura.

Su sede se encuentra en la antigua basílica de Santa Leocadia donde la imagen permanece todo el año.

La imagen destaca por ser un Cristo Crucificado con el brazo derecho desclavado del madero. Se piensa que, en su origen, esta imagen pudo estar formando parte de un grupo escultórico de un Descendimiento.

La primitiva imagen se encontraba en esta basílica ya des de el año 1554 y es la que inspira la famosa leyenda “A buen juez, mejor testigo”, cuyo autor fue Zorrilla.

La leyenda nos dice que en Toledo había dos amantes: Diego Martínez e Inés de Vargas. Ambos habían llevado su amor casi en la clandestinidad, manteniendo relaciones prematrimoniales y guardando el secreto.

Ante este hecho doña Inés, temerosa de que esta noticia llegase a oídos de su padre, habla con don Diego y le pide que lo mejor sería contraer matrimonio. Pero un problema había entre ambos, don Diego debe partir a Flandes pero que, a su vuelta, contraería matrimonio con ella.

Continúa la leyenda diciendo que, doña Inés, no fiándose del todo de estas palabras, le pide un juramento. Para que el juramento fuese válido, doña Inés le conduce hasta la imagen del Cristo de la Vega.

Una vez los dos amantes se encontraban delante de la imagen, doña Inés le pide que, tocando los pies del Cristo, hiciese el juramento. Don Diego jura ante la imagen que, en cuanto volviese de la guerra, la desposaría.

El problema es que van pasando los días, los meses y hasta un año… Doña Inés, preocupada y temiéndose lo peor, no recibía ninguna noticia de su amado. No sabía si estaba vivo o muerto, si habría logrado salvar su vida en la batalla.

Cada día que pasaba, su pena iba en aumento e intentando asimilar que nunca más vería a su amado con vida.

Tras dos largos años, la guerra de Flandes termina pero, a pesar de esto, don Diego no regresaba a la ciudad. Doña Inés tenía la esperanza de volverlo a ver con vida y, para ello, todos los días acudía hasta la zona del Miradero a esperarlo.

El Cristo de la Vega

Tras un tiempo, un grupo de hombres montados en sus respectivos caballos se acercaban a la ciudad encaminados a la Puerta del Cambrón.

Doña Inés, corriendo, fue hacia esa zona esperando ver a su amado. Al llegar allí, pudo reconocer que uno de los caballeros era Don Diego. Doña Inés se alegró de poder verlo de nuevo sano y salvo y, tras dirigirse a él con una gran alegría, éste le negó el saludo y la dejó en el suelo desmayada.

En todo este tiempo, don Diego había sido ascendido a Capitán y, tras su llegada a Toledo, fue nombrado caballero al servicio del rey. Don Diego, poco a poco se había ido olvidando de doña Inés y del juramento de casamiento que había hecho.

Ella siguió insistiéndole, recordándole el juramento que había hecho pero, don Diego, no quería saber nada de ella.

Ya, como última posibilidad, doña Inés se dirigió al gobernador de la ciudad a pedir justicia… Éste, don Pedro Ruiz de Alarcón, le pide que presente algún testigo de ese hecho.

Dice la leyenda que, doña Inés dijo que el único testigo con el que contaba era el Cristo de la Vega.

Pese a la sorpresa de los jueces, todos bajaron a la Vega donde se encontraba la ermita. Muchos curiosos también se acercaron a comprobar cuál sería el resultado final.

Tras encender varias velas y realizar unas oraciones, el notario levantó la mirada hacia el Cristo e hizo la pregunta: “¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés don Diego Martínez por su mujer desposarla?”

Pasaron unos segundos y, de repente, el Cristo bajó su brazo derecho, desclavándolo de la cruz al tiempo que exclamó: “¡Sí, juro!”.

Leyenda Toledana del Cristo de la Vega

Tal fue el revuelo por este acontecimiento prodigioso que, ambos amantes, renunciaron a todo lo mundano e ingresaron, cada uno, en un convento.

Esta basílica fue, en su día, la Basílica de Santa Leocadia, cuyo origen se remonta a la época visigoda donde se construyó un pequeño mausoleo para albergar los restos de la mártir. Toda esta zona, además, fue zona de enterramientos cristianos.

Esta y otras leyendas puedes encontrarlas en nuestras visitas guiadas. ¡No te las pierdas!

 

Bibliografía:

Santos, A; Vaquero, E. «Fantasía y Realidad de Toledo». Azacanes, Toledo. 20o2.

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